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Stablecoins y agentes inteligentes: ¿una nueva arquitectura para los pagos globales?

La historia de los activos digitales ha estado marcada por promesas ambiciosas, volatilidad extrema y una adopción desigual. Mientras criptomonedas como bitcoin y ethereum captaron la atención de tecnólogos y especuladores, su impacto en la economía cotidiana ha sido limitado. En contraste, las stablecoins —tokens vinculados a monedas fiduciarias— han emergido como una alternativa más funcional, aunque aún atrapada en la incertidumbre regulatoria.

Con el cierre de 2025 en el horizonte, una convergencia de actores está acelerando la evolución del sistema financiero digital. Grandes plataformas tecnológicas como Stripe, redes de pagos globales como Thunes y firmas especializadas como Fireblocks están apostando por infraestructuras blockchain centradas exclusivamente en pagos. El objetivo: superar las limitaciones de las criptomonedas tradicionales y ofrecer soluciones prácticas para el comercio convencional.

Stripe, por ejemplo, anunció el desarrollo de Tempo, una blockchain optimizada para monedas estables y transacciones reales, en alianza con Paradigm. Fireblocks, por su parte, lanzó una plataforma que permite liquidaciones instantáneas con stablecoins, integrando herramientas de cumplimiento y gestión de riesgos. Y Ripple se unió a Thunes para incorporar liquidación blockchain en pagos transfronterizos.

Este giro hacia la funcionalidad responde a una crítica persistente: el ecosistema cripto ha generado valor de mercado, pero ha hecho poco por mejorar la experiencia cotidiana de mover dinero. Las nuevas propuestas buscan cambiar esa narrativa, diseñando infraestructuras que prioricen velocidad, eficiencia y cumplimiento normativo.

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En paralelo, los bancos centrales avanzan con sus propios proyectos. El Banco Central Europeo impulsa el euro digital como herramienta de resiliencia e inclusión financiera, mientras que en Estados Unidos, la SEC y el Congreso debaten marcos regulatorios para los emisores de stablecoins. La tensión entre innovación privada y supervisión pública sigue siendo el eje del debate global.

Pero hay un actor emergente que podría redefinir el panorama: los agentes de inteligencia artificial. A medida que la IA se integra en procesos comerciales, las stablecoins —programables y sin fronteras— se perfilan como el medio ideal para transacciones entre máquinas. Esta dinámica plantea desafíos regulatorios inéditos: ¿quién responde si un agente autónomo comete fraude? ¿Cómo se aplican las normas de lavado de dinero en transacciones algorítmicas?

Lo que une estos desarrollos es una sensación de fluidez en el sistema de pagos. Las empresas experimentan, los bancos centrales exploran y los reguladores intentan seguir el ritmo. Aunque ninguna de las iniciativas actuales —ni Tempo, ni el euro digital, ni las redes de Fireblocks— ha demostrado aún capacidad para operar a escala global, todas apuntan a una misma conclusión: la arquitectura del dinero está dejando de ser estática.

Bethania García Briceño
Bethania García Briceño
Licenciada en Comunicación Social, especializada en el área de Comunicaciones Corporativas y Periodismo. Además, un diplomado de Libertad Expresión auspiciado por la UCAB y la SIP. Cinco años en el periodismo y cuatro en marketing digital.

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